Intercambio del Instituto con el Burggymnasium de Friedberg (Alemania). Noviembre 2015

Mié, 16/12/2015

Volver a Friedberg en Alemania, muy cerquita de Frankfurt con alumnos nos es ciertamente lo mismo que la primera vez cuando fuimos con un grupito del Comenius.  Aun así para nuestros jóvenes la onda expansiva de esta experiencia única se ve multiplicada porque sólo la adolescencia y en mayor media la infancia tienen ese poder de absorción que luego se va poco a poco debilitando.

¡Qué expectación cuando a medida que el autobús se iba acercando por la llanura otoñal se nos apareció, dominadora, la torre gris de piedra del castillo y fortaleza medieval de Friedberg! Con el placer del descubrimiento, se mezclaron los primeros temores: ¿cómo será la mía? creo que trabaja en este Mac Donald. ¿Serán altos y rubios? ¿Me entenderé con ellos? ¿Y qué comen? ¿No tendrán el cocido de mi abuela?

Y con los primeros besos y abrazos al bajar del autobús y reconocer en un flash la tuya o el tuyo en medio de las maletas y los empujones, sin darnos cuenta y en cuestión de segundos pasamos del otro lado del espejo. Dejamos de hablar español, olvidamos el mundo reconfortante del autobús, y con las primeras sonrisas supimos que habíamos llegado donde nos estaban esperando.

Para entrar al Instituto tuvimos que pasar la puerta medieval de una muralla de piedra con águila imperial en el escudo y tejas de pizarra. Un foso separa los edificios de las escuelas en el recinto histórico del resto de la ciudad moderna y comercial. Después de una comida frugal de bienvenida y los primeros productos raros, los torpes intentos de comunicarnos y el cansancio acumulado del viaje nos fuimos a nuestras respectivas casas. Una nueva experiencia que ya nos va dejando exhaustos: la casa, los padres, los hermanos y enseguida de nuevo, los amigos también. Porque somos jóvenes y tenemos unas ganas insaciables de reunirnos y salir. Y el Whasapp y las fotos que quiero vivirlo todo y contarlo también.

El jueves después de clases fuimos a visitar la pequeña ciudad de Wetzlar donde Goethe vivió de estudiante y escribió El joven Werther. Vimos su casa, la de su amada Lotte y su amigo Jerusalem. Es un pueblo muy romántico  a orillas del río con los árboles en otoño, las casitas con vigas en las fachadas y la catedral donde Elif, una estudiante alemana que participó en       “ La Voz “nos deleitó con una canción a capela.

El viernes fuimos a Frankfurt,  grande y moderno, el Wall Street europeo, la capital financiera y por eso la sede del Banco Europeo. Nos fotografiamos delante del símbolo del euro, paseamos por el río y nos sorprendió la noche y el frío a las seis de la tarde con las primeras  luces navideñas en el laberinto de las calles con rascacielos. Justo a tiempo para subir los 55 pisos de la Maintower y creernos que estamos en pleno Manhattan. Pero el viento helado y las gotas de lluvia dan la sensación de encontrarnos en medio del Atlántico en plena tormenta en un altísimo faro.

El sábado por la mañana volvimos al Instituto y nos acercamos a los distintos talleres y exposiciones que mostraban cada departamento por asignatura para dar a conocer sus actividades a los padres en una jornada de puertas abiertas. Por la tarde cada estudiante se quedó con su familia y por la noche tuvo lugar la gran fiesta de despedida.

El domingo ya todo se aceleró, el tiempo vuela, nos volvimos a ver en el aeropuerto con las maletas y un nudillo en la garganta. Atrás quedaban nuestros nuevos amigos, amores. ¡Qué duro es despedirse del presente! Queremos que dure y por eso prometemos volver a vernos  muy pronto y repetir en nuestra tierra lo mismo pero diferente. ¡Chus, Auf Wiedersehen!